Recorriendo la sabana
Nuestros antepasados se pasaron miles de años, cazando y recolectando comida en la naturaleza.
Ante la incertidumbre de saber cuándo vendría el siguiente alimento, comer la mayor cantidad posible cuando había oportunidad de hacerlo, era la mejor estrategia para sobrevivir.
Los alimentos altamente calóricos eran realmente difíciles de encontrar, por eso el cerebro humano evolucionó para darle un valor muy elevado a esos alimentos.
De la sabana al sofá
Hoy vivimos en un “hábitat” donde es posible obtener gran cantidad de calorías fácilmente. La comida es abundante, y no hay que recorrer varios kilómetros para conseguirla. Basta con levantarse y abrir el frigorífico o un armario de la cocina.
Los centros de recompensa de nuestro cerebro no han cambiado en miles de años, por lo que éste sigue anhelando la comida alta en calorías, como si esta fuera escasa.
La industria “alimenticia” moderna, se está aprovechando de nuestros instintos paleolíticos, para sus propios fines económicos.
¿Cómo engañan a tu cerebro?
El fin de la ciencia alimenticia es crear productos que sean más atractivos para los consumidores.
Prácticamente todos los productos envasados en una caja, bolsa o tarro han sufrido un proceso de realce, aunque solo sea para potenciar su sabor.
Estas empresas invierten millones, en desarrollar la cualidad orosensorial de sus alimentos, que se basa en mejorar la manera en que su producto se siente en tu boca. El grado de crujiente óptimo de su snack, cuánto burbujeo debe tener su refresco…
Otra cualidad que realzan, se denomina contraste dinámico. Productos que reúnen una combinación de sensaciones, como la mezcla crujiente y cremosa de una pizza o de una galleta rellena de crema.
Estos alimentos mantienen la experiencia renovada e interesante en nuestro cerebro, por lo que te sientes impulsado a comer más. “Cuando haces pop, ya no hay stop…”
Y para acabar de conquistarnos, estas empresas investigan para encontrar la combinación precisa de sal, azúcar y grasas “no saludables”, artificiales trans o vegetales hidrogenadas (este es otro tema, en el cual profundizaremos en otro artículo), que excita tu cerebro y hace que quieras comer más.
El resultado de todo esto, es que terminas por comer en exceso, porque esta comida extremadamente palatable (apetitosa), es más atractiva para nuestro cerebro de cazadores-recolectores.
Decálogo de recomendaciones para cambiar los antojos de comida basura por una dieta saludable.
Si no puedes para de comer alimentos procesados, te voy a dar una serie de consejos, para reducir paulatinamente su consumo, hasta que ya no te acuerdes de que existen.
Empieza por pequeños cambios.
- Apunta durante una semana, todo lo que comes, y cuándo lo comes.
- Haz una lista con la comida basura que comes.
- Póntelo más fácil. Elimina la mayoría de tu cocina.
- Escribe, cuando te apetezca comer, el motivo: estoy cansado, deprimido, enfadado, estresado… Intenta controlar el estés y las emociones, realizando algún tipo de actividad alternativa, como dar un paseo, leer un libro, escuchar algo de música.
- Sustitúyela por su versión saludable: el dulce por fruta, lo salado por frutos secos.
- Planifica tu comida semanal.
- Ve a la compra con una lista, y no te salgas de ella.
- Aprovecha los fines de semana para preparar platos saludables de la siguiente semana, para que puedas controlar lo que comes.
- Lleva siempre snacks saludables encima: fruta, frutos secos.
- Elige las alternativas más saludables cuando tengas que comer fuera de casa. Evita los fritos, los rebozados, y los postres azucarados.
Todos somos humanos
Eliminarlos completamente no es necesario y ni realista.
A nivel psicológico es de gran ayuda, el considerar que podremos comer una porción pequeña, de vez en cuando, con moderación.
Conclusión
Trabaja con pequeños cambios en tus hábitos alimenticios hasta que se conviertan en rutinas, y cuando te quieras dar cuenta, ya los harás de forma automática.
Los grandes cambios, se consiguen con pasos pequeños.
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